LA TRIBU I : "EL MITIN"

Así, a degüello, plantear un análisis de la campaña electoral en clave antropológica puede parecer una banalidad, pero la realidad obliga. Comencemos por el mitin: la tribu se reúne en el claro del bosque, los colores, símbolos y mensajes elementales sirven para reconocernos: el rojo, el cubo, el dedo-ceja y el talante identifican a la tribu sociata; el azul-naranja, la gaviota y la mala leche a la tribu facha. El tótem sociata es el cubo rojo, primitivo como la madre que lo parió; cubo azul idem tribu facha obispo amén. Todo comienza a la caída de sol y como hace miles de años nos reunimos alrededor del fuego –ahora focos de quinientosmilwatios- y los espíritus se excitan animados por el bullicio, sonrisas, olisqueos y gestos con las manos ayudan a reconocer a los propios, el contacto físico es importante, choques de patas y palmadas en la espalda entre los machos, besos concisos entre las hembras, los lazos de refuerzan, la tribu está al completo, la tensión se corta, -se van a cagar los enemigos- se dicen unos a otros y dientes fuera, mucho que les den a ellos y al pringao del talante o al vago de las barbas y el puro, que esto está ganao! De pronto todo se para, suenan los tambores sagrados en la selva: tariroriroreroooo entre los sociatas, tachín-tachín-tarira-tachín en la panda fachas, meneo de lanzas y escudos, digo banderines, bulla, se caldea cada vez más el ambiente y entonces aparece el líder tribal, el claro del bosque se cae del estruendo, no ha dicho ni mu, ni puta falta que hace, es el líder y miles de gargantas lo reciben como a un semi-dios. Nadie sabe por qué, pero gritan como poseídos por el espíritu de la guerra, ellos no lo han elegido, pero es el más fuerte y punto. ¿Seguro que es ese? Pero bueno, ¿no se ve que es líder? El Tótem lo respalda. Todo el mundo lo reconoce, luego es él. La muchedumbre se apacigua ante los gestos del gran jefe: él va a hablar, silencio respetuoso, pero tenso, esperan algo.

Llega el momento: él dice una obviedad que lo flipas y la tribu, en vez de quemarlo allí mismo por imbécil, grita de nuevo. Se ponen de pie y danzan los brazos en alto. Somos una tribu y tenemos enemigos, y dale caña a los enemigos hasta que hablen inglés. Somos una tribu y somos cojonudos, y dale otra vez, que si vamos sobraos, que mira que molamos y fíjate que cachas estoy yo, que soy el jefe guerrero, y la de hostias que le voy a dar al otro mierdecillas en el combate, ¿o era debate? La escena se reproduce hasta la saciedad, y al final de la ceremonia la emoción rebosa y llega al paroxismo, clímax grupal, salvaje, primigenio: el líder grita “vamos a ganar” y hasta las cejas de fumar “colectividade” nos lo creemos a pie juntillas. Pero coño, está claro que ganar, lo que se dice ganar solo gana una de las dos tribus. ¿Y eso a quién le importa? La tribu está reunida, el ceremonial concluye, el líder supremo a hablado, somos inmortales, carallo, que nos los comemos por los piesesmecagoentoooo!

Luego, se disuelve la asamblea, cada cual retorna a su cabaña, los cachorros, la cena y ese rumor primitivo, sobrenatural que no se apaga en nuestras cabezas...


Sísifo el rojo