A lo largo de los últimos decenios han pasado a formar parte principal del debate público una serie de temas relacionados con la conservación de la naturaleza. Así, entre otras, hoy día las referencias a las distintas problemáticas medioambientales conforman un capitulo fundamental de los programas de todos los partidos políticos: la mayoría con planteamientos de base prácticamente idénticos. Lo mismo a nivel social, todos nos hemos vuelto – o puesto – “verdes”; sobre estos temas todo el mundo tiene alguna opinión. Sin embargo, y desgraciadamente, en la mayoría de los casos, manejamos unos manoseados lugares comunes, dando por supuestos problemas y soluciones que han dejado de serlo hace años (si alguna vez lo han sido).
El problema del medio ambiente empieza por definir o saber qué entendemos por medio ambiente. No se trata de un asunto baladí o de interés tan sólo para ociosos teóricos universitarios. En absoluto, es el planteamiento de base del que hemos de partir para poder tener un criterio propio y sólido a partir del cual poder juzgar, opinar, y, finalmente, votar las distintas opciones que se nos planteen sobre estos temas.
El tema, aunque en una primera impresión lo parezca, no es fácil (menos explicarlo en pocas líneas). En primer lugar, habría que decir que no hay medio ambiente, hay medios ambientes; igual, podríamos decir que no hay naturaleza sino naturalezas. El medio ambiente o la naturaleza están íntimamente relacionados, dependen de nuestras actividades, decisiones, proyectos; en definitiva, de lo que nosotros hagamos con ellos. No solamente hay una sociedad multicultural, sino también una multinaturaleza (Bruno Latour). Precisamente, la idea de una única naturaleza es la debilidad del ecologismo, pues la naturaleza ya no puede ser defendida como algo dado, estático, incuestionable, eterno, que no admite ninguna intervención. En definitiva, la naturaleza no es algo unitario e indiscutible, sobre la que se aplica una ciencia unificada y una tecnología no controvertida (Daniel Innerarity).
Se ha roto, si alguna vez existió, el monopolio de las llamadas ciencias (frente a las letras) sobre el tema del medio ambiente. Hoy los procesos a los que nos enfrentamos –por ejemplo, el calentamiento global– exigen decisiones que no pueden estar basadas en contrastados y seguros datos de laboratorio. El laboratorio es el mundo, la escala es uno igual a uno, el tiempo es el tiempo real. La ciencia ha perdido el monopolio del poder asegurado. Por lo tanto, las decisiones no se pueden basar en lo que dicen los especialistas, tienen que ser decisiones políticas, basadas, por lo tanto, en procedimientos democráticos.
Durante mucho tiempo se han hurtado a la decisión democrática las políticas sobre la naturaleza (todavía hoy, algunos gestores administrativos del medio ambiente, pretenden seguir haciéndolo). Falazmente, se han aducido –y aducen– unas supuestas e indiscutibles “razones científicas y técnicas”. Al igual que ocurrió en el ámbito social, tampoco en el medioambiental la Izquierda puede admitir decisiones basadas en hechos o datos consumados, por muy científicos que se pretendan. Creo que la Izquierda se debe enfrentar a esta situación, devolviendo al debate público, a la participación democrática y a la decisión política, las auténticas políticas de la naturaleza.
José Luis Rego
10 comentarios:
José Luis: lamentablemente vivimos en sociedades urbanitas cuyos ciudadanos suelen desconocer que la leche viene de las vacas y en las que el desconocimiento de la naturaleza raya en lo absoluto, lo cual contamina el debate sobre el medioambiente, empezando porque, como bien dices, no está del todo claro qué es el medioambiente.
En mi opinión, y creo que en esto coincidimos, los temas medioambientales hay que tratarlos sobre el terreno porque esa es la visión que permite afrontar su complejidad. Es muy frecuente ver cómo gestores ambientales de despacho cometen errores de bulto por tomar decisiones desde lo alto. La conciencia medioambiental no es algo que surja en el vacío, los temas medioambientales son frecuentemente enrevesados y los gestores medioambientales deberían tener una vocación lejana a la del burócrata, vocación que debería permitir evitar la tendencia, que mencionas, a evitar sustraer del debate democrático esos temas.
No obstante, la defensa de la naturaleza no se compagina bien con un cierto relativismo que creo detectar en tu artículo. Cierto que no hay una única naturaleza, pero lo que sí debe haber es una sólida vocación de defensa de la naturaleza, cosa que frecuentemente falla en los partidos políticos y no debería permitirse la izquierda que es, en mi opinión, la única que puede asumir la conservación medioambiental como prioridad.
Pablo Aranguena:
Al hablar de medio ambiente (y de su conservación, protección y defensa) hay que tener cuidado de escapar de los lugares comunes (también de la simple palabrería). Y, quizá también, recordar que lo que vale (y vende) en el mercado de la aldea, no sirve en otros lugares.
Me da la sensación de que no entendiste bien mi artículo. Entre otras: no hay ningún relativismo en la perspectiva de defensa de la naturaleza (lugar común). Pero el problema es que decir que queremos defender la naturalez está muy bien. El problema es cómo.
Estimado Pablo, "El Hombre y la Tierra" era un buen programa de televisión y de divulgación medioambiental, pero, desde luego, no llega para hablar de medio ambiente en serio, por lo menos hoy día. Por cierto, el querido Felix (gran defensor de la naturaleza) parece que políticamente casi deambulaba por la extrema derecha.
Quizá porque defendía un modelo conservacionista muy próximo a "Jara y Sedal", estupendo para cazar y pescar - los ricos, por supuestos-, pero muy alejado de, por ejemplo, los medio ambientes urbanos (donde viven la mayoría)o las auténticas políticas de sostenibilidad (básicamente, globales). Y, esto sí, entiendo que es lo que puede ser de izquierdas.
Pero, termino, disculpándome por intervenir con un comentario sobre un artículo propio. No lo suelo hacer. El tema, pero, sobre todo, la estima y confianza con Pablo (gran polemista) me animaron.
A Pablo, a José Luis
Más allá de la polémica nominalista está el problema central de la voluntad política-de los gobiernos, de las naciones, de los continentes, de las agencias y organismos multilaterales-, necesaria para poder resolver o, por lo menos poder controlar, los impactos que el actual desarrollo del ecosistema humano tiene en el macrosistema natural- fuentes de energía, recursos naturales, océanos, atmósfera, flora, fauna, etc.
Y es esta voluntad política colectiva y firme la que hoy, cuando la conciencia social del problema ha alcanzado las mayores cotas, se echa en falta.
No se trata sólo de suscribir un acuerdo como el de Kioto. Se trata de cumplirlo de forma estricta. Evidentemente, es mejor ser firmante de Kioto-como el caso de España-que no serlo-caso de EE.UU.-, pero una vez suscrito no vale convertirlo en papel mojado-caso de España, ya con el PP, ya con el PSOE-.
En este tema, habría que hablar de varios frentes y todos interrelacionados. Está el frente del cambio climático-gravísimo-. También está el frente del agotamiento de ciertos recursos-como las especies marinas (alimento) o ciertas especies terrestres (extinción y biodiversidad, equilibrio ecológico). Está el frente de las fuentes de energía como recurso-los combustibles de origen fósil tienen los días contados- y como fuente de contaminación-ciudades, ríos, lluvia ácida, cambio climático y también está la lenta degradación de los espacios naturales- litorales, bosques, etc- y la desertización progresiva de entornos antes húmedos o con cierta presencia de especies vegetales.
El listado podría se enorme, pero cuando planteemos la lista de enfermedades que el hombre le causa al planeta, no deberíamos de olvidar la causa final del desaguisado: el crecimiento alocado de un capitalismo planetario salvaje y depredador, donde el desequilibrio entre las diversas zonas del mundo en cuanto a desarrollo socioeconómico y humano es brutal, una demografía que es una bomba de relojería a punto de explotar y el escaso interés de las políticas gubernamentales-del signo que sean- por responder globalmente a dicha encrucijada. Sobra cortoplacismo y falta visión estratégica. Lo importante es la recuperación de la bolsa y la confianza de los inversores; dejaremos para pasado mañana el nivel de incremento del CO2 en la atmósfera o la más que probable hambruna sobrevenida por la estupidez humana más reciente: la utilización de biocombustibles como fuente de energía alternativa, pues son tan contaminantes como el carbón y, a la vez, han encarecido el precio de los cereales y otros alimentos básicos a nivel mundial, con las consecuencias trágicas que ello tendrá en el corto plazo para los más pobres de la tierra.
A Jose Luis:
Discrepo totalmente con respecto a la figura de Félix Rodriguez de la Fuente, a mi por sus opiniones podría pasar practicamente por comunista, pero no voy a discutir sobre ello. Me parece una figura fundamental del conservacionismo español.
Estoy de acuerdo con lo que dices en tu artículo, sin embargo no se exactamente porque se lincha a los científicios, cuando realmente, quienes lo son (desconozco quien, siéndolo, está diciendo estupicedes) normalmente son los más sensatos, mientras que los políticos que se guían por creencias populares y demás, acaban haciendo verdaderas salvajadas sin sentido.
En Estados Unidos por lo de ahora, a los científicos no se les ha hecho ni puñetero caso.
La política debe asumir absoluta y totalmente las políticas medioambientales, pero el modus operandi, o es científico, o que se olviden; conmigo que no cuenten.
Fe de erratas:
*(...) porque se lincha a los científicos (...)
Otra Fe:
*por qué (estoy denso)
José Luis: es posible que no haya entendido tu artículo. La verdad es que últimamente entiendo cada vez menos.
En todo caso, que te metas con el amigo Félix es algo que no puedo pasar por alto. El Hombre y la Tierra es un clásico de la divulgación medioambiental, un clásico de la buena televisión, y un clásico imperecedero en general. Rodríguez de la Fuente consiguió divulgar el amor por la naturaleza de una manera magistral, incomparable, absolutamente portentosa.
En realidad, es la quintaesencia de lo que intentaba argumentar: no se puede gestionar el medioambiente si no se siente amor ( mejor sin sentimentalismos, un profundo respeto) por la naturaleza. Por otro lado, decir que era de derechas me parece escaso argumento; cómo si era nazi o pederasta: por sus obras los conoceréis.
Como dice Gautama, dejemos el debate nominalista y exijamos que se defienda el medioambiente (los medioambientes) por parte de la Izquierda. ¿Cómo? Promoviendo sociedades más sostenibles. Conservando. Ahorrando. Creciendo menos-mejor. Siendo más silenciosos. Consumiendo menos. Intentando armonizarnos con la naturaleza. Etc. Etc. La ecología urbana, como sabemos, también es parte de esto y no veo la disyuntiva por ningún sitio.
Recomendación del día, el artículo de Ulrich Beck de hoy en El País.
Gandalf y las mujeres al poder
José Luis, sinto dicirche que o artigo me pareceu un pouco vago, laxo, pouco preciso.
E discrepo dalgunhas cousas. A democratización das solucións aos problemas medioambientais pode ser moi perigosa. Empezando porque a maioría de nós non temos os coñecementos necesarios para opinar.
Son os científicos ou técnicos na materia sempre os que van crear unha liña de opinión á que nos sumarmos ou non.
E como ben dixo Negrín, o problema é unha consecuencia do capitalismo que pola súa propia idiosincrasia é voraz. Haberá en ir pensando nun sistema económico alternativo que non se basee no incremento infinito e polo tanto insostible de bens de consumo.
Pues ea! Dejamos el problema del medio ambiente en manos de diletantes. Seguro que nos va mejor con la doxa...
Ya te digo.
¿En qué quedamos? ¿Diletantes, científicos, gestores, políticos, el pueblo, el amigo Félix? ¿En manos de quién dejamos el tema?
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