MÁS POLÍTICA


Hace pocos días nos desayunamos con el acoso de especuladores internacionales a la moneda única europea, llevamos semanas informándonos, día sí día también, del penoso estado de las finanzas griegas (asesoradas en sus encubrimientos presupuestarios por Goldman Sachs), Estado con el que de manera interesada se nos pretendía comparar para provocar entre otras cosas el encarecimiento de nuestra deuda pública y que generó una tormenta que afortunadamente no ha podido lograr que perdamos la triple A garante de nuestra solvencia. Vemos igualmente como hay Estados europeos con mayor capacidad para atender políticas de ajuste presupuestario y salarial (causa envidia ver la rapidez con la que germanos ajustan horarios y salarios para salvar empleos) y como por el contrario en otros la dificultad para aplicar políticas económicamente molestas es tarea casi imposible; a su vez hay bancos centrales que han tenido mayor rigor que sus homónimos europeos con la consiguiente variable de afectación ante la crisis financiera.


Las conclusiones a sacar de esta crisis sin duda son variadas, pero la más importante en la escena comunitaria es una: sin una moneda única los efectos del huracán habrían sido aun más devastadores, y la principal lección para la posteridad es igualmente una: hace falta urgentemente acelerar el avance hacia una política única europea, hacia un ejecutivo único con plenos poderes y hacia un parlamento europeo con mayores competencias, en definitiva, hace falta más política comunitaria y cuanto antes. Dicho así, podría parecer un planteamiento utópico más, sin embargo la urgencia de esa necesidad de más Europa es todavía mayor si tenemos en cuenta que lo más duro de la actual crisis probablemente esté por llegar y podrá verse pronto cuando se acabe la respiración asistida que los gobiernos y bancos centrales están aplicando al sistema.

En un mundo globalizado en el que ningún agente está libre de las mutantes consecuencias del mercado, el que navegue solo cada vez tendrá menos posibilidades (el caso islandés es perfectamente ilustrativo); la centralización de las políticas europeas es vital para responder a cualquier desajuste: si Bruselas (como ahora propone) llevase años auditando las cuentas de cada Estado miembro, probablemente los griegos no habrían podido llegar a su actual situación o al menos no tan fácilmente.

Si coincidimos en que la crisis económica en la que actualmente nos vemos inmersos es una crisis de sistema y de modelo, al igual que pasó en la de 1929, creo que se abren muchas posibilidades desde el prisma socialdemócrata para proponer políticas de futuro ante el más que evidente naufragio del modelo neo-con imperante desde 1980; se trata pues de una oportunidad única para que resucite esa izquierda europea fagocitada por el mercado, y el momento es perfecto, pues no siempre la historia brinda la oportunidad de diseñar el futuro.

RAS