EL ESCÁNDALO Y LA DERECHA

A la derecha hispana siempre le ha gustado practicar el escándalo. Un escándalo de salón de casino de provincias, de patio de colegios de monjas, de confesionario y sacristía, o de “prensa rosa” (la derecha y su daltonismo), de terraza, vermut y patatas fritas. Lo practicaron y practican, de siempre, con pecaminosa devoción, sin ningún tipo de complejos (hasta, hay que reconocerlo, a veces con cierta gracia). Basta ver a las “señoras de su señor” paseando con todo su donaire con su revista de la “semana” enroscada en el bolso (de marca, por supuesto) por los lugares más elegantes (finos) del lugar. ¡Y luego dicen que en este país no se lee!

Pero, ese “escándalo” era un escándalo – reconozcámoslo, señoras – de origen hormonal; su espacio no era mental sino genital. Sin embargo, de un tiempo acá, parece que triunfa otra variedad: el escándalo político. Sí, parece que es “super diver” para un –lamentablemente– amplio espectro de la derecha sociológica de este país “darle caña” al gobierno (de rojillos) utilizando todas las “armas” posibles (legítimas e ilegítimas). Lógicamente, cualquier disculpa vale. Las razones o sinrazones, es lo de menos (¡por Dios!). Guiados, y justificados, por una caterva de conspicuos intelectuales llenos de verdades absolutas, gratifican sus pulsiones más estúpidas e íntimas generando escándalo.
Esto es grave, porque lo que pertenecía a la barra del bar, al púlpito o a la cama, ha pasado a formar parte de la estrategia política (de “maitines” le llaman) del partido de la derecha. No otra cosa transluce en esencia la entrevista publicada, recientemente, de D. Eduardo Zaplana, en el diario El País. La estrategia política basada en el escándalo del todo vale o, dicho de otra forma, el intento de conquista del poder con el tradicional y muy hispánico: “con dos cojones”.
JL