Decíamos ayer que Baltar II, O Nene ha sucedido a Baltar I en la cosa del PP de Orense. Treinta y tantos años de ejercicio político Baltarista y, de ellos, 22 años como presidente de la Diputación, desde 1987. Probablemente haya quien piense que es poco tiempo si lo comparamos con los reinados más longevos de la historia de España, como Felipe II, por la parte de los Austrias, que reinó 42 años o Felipe V, por los Borbones, 45 años. Por eso, seguramente, Baltar ha decidido abdicar en Baltarín, porque sin duda considera que no ha tenido tiempo suficiente para completar su obra política, que puede resumirse del siguiente modo: Orense sigue mostrando los peores indicadores sociales, económicos y demográficos de España y no tiene perspectiva ni posibilidad alguna de mejorar.
Eso sí, la Diputación de Orense ostenta récords internacionales de contratación pública que solo superan algunos países africanos. De hecho, el capítulo de sueldos de la Diputación supera en 7 millones al de inversión. En concreto, gasta el doble en personal (35% de sus recursos) que la de A Coruña (18,2% ) y mantiene una plantilla de 1100 personas, según cálculos de la oposición porque, en realidad, NADIE LO SABE A CIENCIA CIERTA. El caso es que Baltar ha ido colocando a unos 600 funcionarios (el resto es personal contratado) a través de una serie de procesos de selección en los que, invariablemente, los aprobados eran parientes de militantes del PP. Al llegar al Ayuntamiento de Ourense, el actual alcalde socialista, Francisco Rodríguez, descubrió que algunos de los empleados de la Diputación habían buscado acomodo en la casa consistorial, ante la falta de espacio en la propia Diputación y, dado que en el Ayuntamiento no había mesa para todos, pusieron en práctica un sistema de sillas calientes por el que, mientras unos ocupaban la oficina, otros aprovechaban para hacer recados. Uno de los puestos laborales más frecuente en la Diputación es el de bedel, cuyas funciones consisten en hacer recados y traer cafés, además de vigilar las puertas. Más aún, hay empleados de la Diputación esparcidos por toda la provincia.
Con los cuantiosos y millonarios fondos europeos que ha recibido Orense en los últimos lustros, Baltar ha construido, entre otras infraestructuras vitales, una escuela de equitación (Centro Ecuestre de A Limia) en la que hay 15 caballos del copón, de pura raza inglesa, uno de los cuales, de nombre Baptize, costó 100.000 €. El centro ecuestre se lleva un millón de euros anuales en inversión y en él prestan sus servicios 17 empleados. Otros 400.000 se los lleva un segundo centro ecuestre, el de Vilamarín, en el que trabajan 14 personas. Sin duda en Orense solamente hay algo mejor que ser militante del PP: ser caballo de pura raza inglesa.
Así que Orense, en otros tiempos culta e ilustrada, la Atenas gallega, la cuna de la Xeración Nos, de Otero Pedrayo, Risco, Celso Emilio Ferreiro, Blanco Amor y un largo etcétera se ha convertido en una especie de País dos Ananos que, para más inri, en una anomalía democrática absoluta, se pasan el relevo de padres a hijos.
Las consecuencias de la anormalidad política baltariana son la formación de una cultura política de la prebenda personal frente a otra del interés común, el cultivo y fomento de la miopía cortoplacista frente a la visión estratégica y panorámica. El desprestigio de la política, el desánimo de los emprendedores económicos y sociales, la asfixia de la sociedad civil. Sinecuras, subvenciones, favores y el más injustificado derroche frente a un uso racional y equitativo de los recursos públicos.
Una reflexión final: el PSdG ha sido incapaz, durante todos estos años, de enfrentarse al baltarismo que ha podido, así, campar a sus anchas sin nada ni nadie que se le pusiera enfrente. ¿Por qué?.
Pablo Arangüena.