El batacazo del partido socialista europeo ha sido notable, la crisis no ha movido al voto de castigo ni en Francia ni el Alemania donde gobiernan partidos conservadores (en Alemania al menos lidera el gobierno un partido conservador) y ni siquiera en Italia han pasado apenas factura a su cómico primer ministro. Sin embargo y con las excepciones griega, sueca y danesa (donde tan solo se alcanzó el empate), allí donde gobiernan partidos de izquierda los electores han pasado factura; en algunos sitios muy elevada, caso inglés, en otros como el español una factura relativamente moderada. Al parecer algo de vigencia sigue teniendo la presunción de que la derecha es mejor creando riqueza que una izquierda que todavía es prisionera de tópicos y de rigideces que lastran su discurso, merman su eficacia y desesperan a sus electores.
Desde el punto de vista nacional Rajoy ha vencido por dos diputados y cerca de cuatro puntos de diferencia, no es mala noticia, metidos de lleno en la peor crisis desde el final de la segunda guerra mundial bien podía haber sido peor; en todo caso nos asegura un Rajoy acosado por los escándalos y por sus rivales internos como próximo candidato frente a ZP y eso siempre es garantía de éxito.
Desde el punto de vista local la recuperación, aunque tímida, del voto urbano socialista es, en un entorno de voto-castigo, una buena noticia y mejora expectativas cuestionadas como las de Javier Losada en A Coruña, algo por lo que hay que felicitarse.
Con todo y teniendo en cuenta que las políticas entronizadas por los neoliberales han sido las que nos han metido de cabeza en esta crisis, llama la atención que éstos sean aclamados en toda Europa como solución al problema, algo sólo explicable ante la incomparecencia programática de los socialistas europeos que llevan años sin articular una voz propia digna de ser atendida.
El que ZP sea el socialista europeo que mejores resultados presenta es explicable sobre todo teniendo en cuenta el nivel de sus rivales (aquí no hay Sarkozys ni Merkeles), sin embargo su apuesta por los más débiles en este entorno de crisis probablemente haya evitado que muchos votos pasasen de la abstención al PP, lo que no es poco. Sería sin embargo deseable para recuperar abstencionistas que ganase más credibilidad entre los ciudadanos, los cuales son perfectos conocedores de sus buenas intenciones pero siguen dudando sobre sus capacidades. Un buen modelo para fijarse es el de su ministro de Fomento, Pepe Blanco, puro pragmatismo que ha conseguido imprimir en breve tiempo a su imagen los valores de seguridad y credibilidad, algo esencial en tiempos difíciles.
Vistas estas elecciones como una cita que tradicionalmente deja indiferente a la mayor parte de la ciudadanía y que se presta como pocas al voto pataleo, la victoria de Rajoy bien podría calificarse como pírrica y bien sabemos todos como acabó sus días Pirro, aquel rey de Épiro que soñó con ser un nuevo Alejandro.
R.A.S.
Desde el punto de vista nacional Rajoy ha vencido por dos diputados y cerca de cuatro puntos de diferencia, no es mala noticia, metidos de lleno en la peor crisis desde el final de la segunda guerra mundial bien podía haber sido peor; en todo caso nos asegura un Rajoy acosado por los escándalos y por sus rivales internos como próximo candidato frente a ZP y eso siempre es garantía de éxito.
Desde el punto de vista local la recuperación, aunque tímida, del voto urbano socialista es, en un entorno de voto-castigo, una buena noticia y mejora expectativas cuestionadas como las de Javier Losada en A Coruña, algo por lo que hay que felicitarse.
Con todo y teniendo en cuenta que las políticas entronizadas por los neoliberales han sido las que nos han metido de cabeza en esta crisis, llama la atención que éstos sean aclamados en toda Europa como solución al problema, algo sólo explicable ante la incomparecencia programática de los socialistas europeos que llevan años sin articular una voz propia digna de ser atendida.
El que ZP sea el socialista europeo que mejores resultados presenta es explicable sobre todo teniendo en cuenta el nivel de sus rivales (aquí no hay Sarkozys ni Merkeles), sin embargo su apuesta por los más débiles en este entorno de crisis probablemente haya evitado que muchos votos pasasen de la abstención al PP, lo que no es poco. Sería sin embargo deseable para recuperar abstencionistas que ganase más credibilidad entre los ciudadanos, los cuales son perfectos conocedores de sus buenas intenciones pero siguen dudando sobre sus capacidades. Un buen modelo para fijarse es el de su ministro de Fomento, Pepe Blanco, puro pragmatismo que ha conseguido imprimir en breve tiempo a su imagen los valores de seguridad y credibilidad, algo esencial en tiempos difíciles.
Vistas estas elecciones como una cita que tradicionalmente deja indiferente a la mayor parte de la ciudadanía y que se presta como pocas al voto pataleo, la victoria de Rajoy bien podría calificarse como pírrica y bien sabemos todos como acabó sus días Pirro, aquel rey de Épiro que soñó con ser un nuevo Alejandro.
R.A.S.