DERECHA, CORRUPCIÓN Y TOLERANCIA

Un colectivo humano es la suma de los deseos, necesidades, voluntades,de sus miembros que, por lo general, se agregan y asocian para alcanzar juntos determinados objetivos- el más esencial de ellos la mera supervivencia-, caminando así en pos de un horizonte común.

Asimismo, un partido político, como colectivo humano que aglutina un conjunto similar de creencias, doctrinas, valores, sistematizaciones explicativas de sus integrantes, tiene una finalidad evidente: transformar determinadas parcelas- sociales, culturales, económicas... - de la realidad mediante el empleo de todas las herramientas a su disposición, que son muchas y variadas.

El buen o mal funcionamiento de esta maquinaria política tendrá que ver con el grado de ajuste y encaje de criterios entre sus miembros; con la especialización idónea en las distintas funciones de la estructura de sus integrantes; con que las desigualdades internas- las distintas distribuciones de poder y responsabilidad que vayan surgiendo- además de fomentar determinada eficiencia funcional del organismo, garanticen una implicación y participación de la mayor parte de los actores, condición Sine qua non para una sólida cohesión interna.

Entre las desviaciones o disfunciones más comunes que se pueden dar en ese trayecto, figura siempre el mal uso que del poder y de la gestión de lo público se puede hacer en aras de sombríos intereses personales. Así, la corrupción política y todos sus afluentes suelen estar a la orden del día en la panorámica política: nepotismo, tráfico de influencias, fraude, financiación ilegal, malversación de fondos públicos …

Y aquí no hay excepciones, pues la corruptela y el envilecimiento en la gestión de lo público es susceptible de salpicar todas las ideologías, valores e intenciones. Izquierda, centro y derecha, Filesa, Gürtel y Gal, comisiones del 3% a cambio de licencias urbanísticas, Galeotes, Camps … y este estado de cosas distorsiona enormemente la visión que los ciudadanos tienen de sus políticos, acrecentando su decepción y desencanto con el mundo de la política.

No existe todavía el mecanismo perfecto, la criba infalible, para detectar a tiempo, previamente, en un colectivo de miles de personas, a aquellos elementos indeseables cuya única vocación es la del incremento del patrimonio propio o la del uso despótico e interesado del poder y que carecen de cualquier atisbo de conducta ética y ecuánime en la gestión de lo público.

Lo más sorprendente de todo esto es la dispar percepción que de un nivel de corrupción dado de sus representantes ideológicos y de su condena en las urnas tienen los simpatizantes de las distintas ideologías, y es que mientras, por regla general, la concepción más progresista y de izquierdas tiende a castigar sin paliativos a los corruptos, la mentalidad de una gran parte de votantes de derecha se inclina a restarle importancia a estas dinámicas disfuncionales.

Así, generalmente, la propensión de la derecha es al castigo en las urnas sobre todo en casos de división, indisciplina, diversidad de criterios, falta de firmeza, mientras que la izquierda parece sancionar en primer lugar aquellas aptitudes corruptas y el mal uso de lo público y del poder.

La mentalidad de derechas es más laxa con las prácticas corruptas de sus miembros, tal y cómo comprobamos en los distintos comicios e intención de voto en aquellas comunidades autónomas más enlodadas por estas prácticas.

Quizá tenga esto que ver con la confusión que en la mentalidad de derechas todavía existe entre lo público y lo privado, o con la falta de madurez política y cívica o, incluso, con la cultura del lucro y el beneficio y otras aspiraciones materiales que han formado y forman parte indistinguible y esencial del credo político de la derecha, que para disfrazar un poco su inveterada desideologización en los tiempos que corren ha tenido que recurrir en los últimos tiempos a clonar ciertas partes del argumentario progresista: políticas sociales, igualdad, solidaridad, ecologismo, feminismo …

En definitiva, que Esperanza Aguirre arrasó en Madrid tras el "Tamayazo," que Camps sube en intención de voto en Valencia y que una gran parte de los votantes del PP consumen y disfrutan con orgullo y sana envidia( ¡quítate tú para ponerme yo!) de las prácticas ilegales que con su dinero e ilusión llevan a cabo sus representantes políticos.

No es de extrañar que se hable de la Berlusconización del PP y sus votantes, que demuestran un estómago y tolerancia ante la corrupción a prueba de bombas y que seguramente suscribirían al pie de la letra lo que dejó dicho A. Malraux: “En la política es a veces como en la gramática: un error en el que todos incurren finalmente es reconocido como regla”.

P.D: Ah, y recordad que hoy sábado se retrasa una hora el reloj y que a las 3:00 serán las 2:00. Una hora más para dormir la mona, hacer el amor o ir de copas no viene nada mal de vez en cuando.

Saludos de Jim, el chacal siberiano, a tod@s.