Malos tiempos para la lírica, decía el poeta. Malos tiempos para la democracia los que nos está tocando vivir. Hay que prestigiar la política, si queremos mantener este sistema de derechos y libertades en que consiste la democracia, pero parece que un fantasma recorre España y no es precisamente el del comunismo, sino el más prosaico de la corrupción. Sí, el de la corrupción galopante y golpeadora de conciencias y convicciones que, ante el dios dinero, se derrumban como castillos de naipes en un espectáculo todo menos que edificante.
Y algunos o algunas, más por ignorancia o por un ansiado y poco consistente buen rollito, piensan que esto de la corrupción no va con nosotros, que no, que va con ellos, con la derecha, con el PP, que lo máximo, en lo que afecta a nuestras filas, se trata de una cosa puntual o puramente anecdótica, dejando lo de “puramente” para otro día o para un mejor uso del lenguaje.
Pero hete aquí, que el fiscal general del Estado, el señor Cándido Conde-Pumpido, que poco o nada tiene de cándido, pero que está en lo que está, que es lo suyo, en la vigilancia del respeto a la ley, acaba de afirmar que el número de procedimientos abiertos por corrupción contra cargos públicos, resulta que el partido que más tiene no es el PP, sino el PSOE, nuestro partido, ése, el de los ciento treinta años de historia y más de cien de honradez, según decían ciertas crónicas y ciertos cronistas.
El resultado es cuanto menos desesperanzador y deprimente, ya que el PSOE tiene en estos momentos 264 y el PP, 200, y hablamos de cargos públicos con procedimientos penales abiertos y no del número de escaños en el Parlamento de nuestra querida patria.
Y uno, que es socialista, y procede de familia socialista y tiene amigos y compañeros socialistas, ya no sabe si cambiar de país, de ciudad, de esposa o de partido, pues lo que parecía un sistema de sólidas convicciones parece que se está convirtiendo en una merienda de negros (con perdón) a base de tonto el último de la fila.
Y es que democracia no es igual a partitocracia, como tampoco lo es ser de izquierdas que hacer carrera en un partido de izquierdas, o como tampoco, o no debe parecerlo, es lo mismo tener ideas para cambiar el mundo que tener ideas para cambiar de coche o de casa o llegar a presidir, pongamos por caso, una empresa pública.
Y es que tomarse la política en serio, prestigiar la política como vocación de servicio a los demás, como oficio generoso para defensa de lo público, lo que es de todos, lo que trata de las cosas que nos afectan a todos, requiere poseer una “madera” especial y no ser un mediocre adorador de la moqueta, sea está azulada o de color rosa.
La corrupción puede ser la termita venenosa que quiebre todo el sistema democrático, pues ataca directamente contra la raíz del mismo, la confianza del pueblo en los representantes públicos.
La indecencia no sólo es de derechas. La indecencia trae y garantiza siempre la dominación perpetua de la derecha.
Luchemos contra ella sin descanso.
ROTARIO