En mi opinión la sociedad no debe de hacer nada por salvar una lengua que la gente no tenga interés en utilizar: a mí esos romanticismos me parecen hueros, no se trata de una especie animal o vegetal que por la actividad desordenada del ser humano se encuentre en peligro de extinción. Las especies vivas tienen derechos universales que el hombre debe respetar, las lenguas no tienen derechos, si son prácticas superviven y si no, pues tal día hizo un siglo.
Es cierto que las lenguas no son neutras, en su construcción queda inclusa la visión que del mundo tiene un pueblo tanto que de aquella necesidad de descripción, sui generis, surgen los instrumentos lingüísticos concretos y la práctica consecuente, por esto las traducciones nunca son exactas sino meras aproximaciones.
¿Por qué un pueblo abandona una lengua propia? ¿Qué ocurre con esa visión particular del universo al ser sustituido el medio de expresión que coincide, como no, con el medio de comprensión? ¿Dejaremos de ser gallegos si dejamos de lado la lengua gallega? ¿Perderemos nuestra identidad como pueblo? Son preguntas interesantes que merecen una respuesta, máxime cuando las circunstancias históricas de ésta, una de nuestra lenguas maternas, no siguieron los caminos elegidos por el pueblo sino que sufrieron una imposición que continua en nuestros días.
Me explico: si son los gallegos los que en uso de su libertad abandonan paulatinamente el uso del gallego, ya digo, adiós. Punto. Pero bajo ningún concepto podemos consentir que el gallego desaparezca víctima de las políticas caníbales del centralismo castellano, de los fascistas, nacionalcatólicos o, ahora, de las derechas nacionalistas centrípetas. Por ahí no paso.
¿Es posible que el gallego se encuentre en peligro debido a las limitaciones impuestas durante el franquismo? Si esa así, ¿debemos contrarrestarlas buscando su compensación histórica, de alguna forma, dejarlo donde estaba para que siga su natural camino? ¿Quién debe decidirlo? ¿Acaso no es cierto que las clases burguesas y aristocráticas de otras autonomías instrumentalizan el idioma como martillo pilón identitario con la única intención de ganar poder para ellos mismos, no para el pueblo? ¿Esto mismo acontece en Galicia pero en forma negativa, es decir, las clases poderosas renuncian al uso del gallego como forma de construcción de su propia identidad y autorreconocimiento a la par que mide su poder a través del resultado de su imposición a las clases medias y bajas? ¿Hasta ahí llega la lucha de clases?
¿Es posible que el gallego se encuentre en peligro debido a las limitaciones impuestas durante el franquismo? Si esa así, ¿debemos contrarrestarlas buscando su compensación histórica, de alguna forma, dejarlo donde estaba para que siga su natural camino? ¿Quién debe decidirlo? ¿Acaso no es cierto que las clases burguesas y aristocráticas de otras autonomías instrumentalizan el idioma como martillo pilón identitario con la única intención de ganar poder para ellos mismos, no para el pueblo? ¿Esto mismo acontece en Galicia pero en forma negativa, es decir, las clases poderosas renuncian al uso del gallego como forma de construcción de su propia identidad y autorreconocimiento a la par que mide su poder a través del resultado de su imposición a las clases medias y bajas? ¿Hasta ahí llega la lucha de clases?
El hombre en sociedad hace, de todo y cada cosa, política, y los actores usan los motivos de forma espuria: nunca las razones que se esgrimen son las que cuentan realmente. El devenir de la sociedad no es ajeno a las batallas de las élites políticas amplificadas por los medios y la agenda es marcada a fuego por ellos, pero, y con independencia de la cuestión histórica, ¿esto es lo que realmente nos importa?
Dicho de otra forma: quizá, y digo sólo, quizá, lo mejor que podrían hacer con los idiomas los gobiernos de turno sería implantar los medios que aseguren que cada cual pueda hablar en el idioma que quiera. Los únicos obligados a la poliglotía, a uno y otro idioma, sería la Administración y el mismo Gobierno.
Y claro, llegamos al meollo de la cuestión: ya sabemos que la Administración debe usar uno u otro idioma según la preferencia del ciudadano, pero, ¿y la educación? ¿En qué idioma debemos educar a nuestros hijos? ¿Tienen derecho los padres a elegir la la lengua lectiva en la que serán educados sus menores?* Aquí todos los argumentos son lábiles, si la Administración decide es imposición, si elige el padre es un sin dios. Mitad y mitad parece el camino más aséptico, y que Salomón y Pilatos nos las bendigan.
¿Y el inglés? Al inglés por el saco -en plata, que se me viene otra cosa a la cabeza-, como siempre ha sido en esta Santa y Apostólica España que un mundo descubrió. Esta es la vergüenza más grande que nuestro pueblo debe sufrir en estos días: que un fulano elegido democráticamente por los gallegos, con tal de demostrar su puñetera identidad y poder nos venda al perro inglés.
Miña nai, o grande españolito, por ser máis españolito que Franco, prefire o inglés que un idioma español ata as cachas, como é o galego. Sempre houbo traidores, nas Españas e nas Azores. O inglés na clase de inglés. Meu rei.
Carlos Raya
*En la universidad pública, lo tengo claro, incluiría la lengua como opción dentro de la libertad de cátedra y existiendo dos lenguas que sea el catedrático quien decida como ciudadano libre y máxima autoridad en el aula.