EL FUTURO ES NUESTRO

Estamos ante un nuevo periodo en la historia de nuestro partido. La sociedad en la que vivimos ha cambiado extremadamente y no hemos estado a la altura de las circunstancias. Nuestro electorado ya no nos identifica como una fuerza política transformadora de la sociedad ni como una organización que represente a las clases más desfavorecidas. Es hora de que afrontemos una profunda transformación y una redefinición ideológica y estratégica.
Para poder afrontar dicho cambio es necesario analizar las razones y causas políticas que nos han traído hasta aquí. Pero lo más importante es realizar una autocrítica sobre los vicios y patologías organizativas que han sido el caldo de cultivo de la situación actual.

Durante toda la etapa franquista nuestra organización fue prácticamente inexistente. La represión, el exilio y, sobre todo, una dirección resignada a esperar tiempos mejores, fueron las causas de que el Partido Socialista, salvo honrosas excepciones individuales, no diera señales de vida hasta un año antes de la muerte del dictador, cuando se celebró el Congreso de Suresnes. A partir de ahí comenzó la reconstrucción acelerada de la organización, a tan solo cuatro años de las primeras elecciones locales, en las cuales obtuvimos cerca de la tercera parte del total de los votos. Este es el origen de nuestra principal patología, una organización todavía muy débil con un considerable poder local: las baronías. Paradójicamente el partido en Galicia es el mejor botón de muestra de este fenómeno. Desde el primer congreso de la, por entonces, Federación Socialista Gallega hasta hoy, el PSdeG ha estado dirigido hasta por seis comisiones gestoras. La causa de esta peculiaridad organizativa fue el excesivo poder de los barones locales y su incapacidad para “crear partido” más allá de su corta visión localista. Esta debilidad orgánica se traduce en una incapacidad crónica para dar respuesta a las sensibilidades sociales emergentes y generar personalidades que las lideren dejando a un lado sus intereses locales e individuales. Lo peor es que esta patología ha calado en todos nosotros hasta conformar una cultura política de partido incapaz de regenerarse más allá de fidelidades personales. Esta es nuestra principal amenaza.

En los últimos meses hemos asistido a un movimiento de contestación social sin precedentes desde la transición democrática. Los “indignados” han sido capaces de galvanizar el descontento social de la población de modo espontáneo, organizado y sin líderes. Han conseguido la aprobación de hasta el 70% de la población. Su mensaje no va dirigido al PP, su mensaje va dirigido a nosotros. ¿Qué les vamos a ofrecer? ¿Barón, baronesa, primarias por aclamación o primarias por dedazo?

Agotado el ciclo que nos permitió gobernar en la ciudad casi tres décadas y una vez amortizados sus líderes es hora de redefinir el proyecto socialista del futuro, buscar un nuevo ideario y modelo social más participativo e ilusionante que conecte con la sociedad y para ello necesitamos más que nunca la integración y colaboración de todos. Pero, sobre todo, precisamos nuevas caras, nuevos líderes que aglutinen sin exclusiones, sin cuotas ni baronías, que no sean esclavos de su pasado, que realicen políticas de izquierdas que nos diferencien claramente de la derecha y de los democristianos. Y si hay que centrar el partido, hágase: en el centro de la izquierda.

Estamos ante un momento trascendental en el cual es imprescindible poner fin, de una vez por todas, a esta situación. Es hora de renovación y de dar protagonismo a militantes libres e implicados, sin miedo ni servidumbres. También es hora de que las personas que han estado al cargo de la dirección del partido faciliten este proceso y se incorporen al mismo como una sensibilidad más, no como los tutores de un partido menor de edad. Ni son imprescindibles ni son la solución.

Fernando Mª Nieto Bernat